viernes, 14 de julio de 2017

EN SANTABRIA






De vuelta a mios aposentos en la capital, tras unos días de asueto en Santander, voy a escribir una pequeña crónica de mi estancia en esta maravillosa ciudad. 



Ya la conocía, después de una semana de vacaciones en septiembre de 2014 (ver el post "Una semana en Santander"). En aquella ocasión, cuando me quejaba de lo fría que estaba el agua, me dijeron que ya había pasado el verano  y que debía venir en julio o , mejor, agosto.  En esta ocasión no puedo quejarme de lo mismo, ya que, a la vista de la ausencia de bañistas y del obligatorio SOL, ni siquiera me atreví a introducir mis carnes en el agua, a pesar de la belleza de las playas que estaban a mi disposición. 



Acompañado por mi hija Elvira, nos dedicamos a pasear por los bonitos jardines que rodean los inmensos arenales y aspirar el aire puro que llega del mar. Paseos muy agradables que permiten apreciar las preciosas edificaciones  a la vera del mar, todo muy bien cuidado y limpio. 


Cerca del hotel donde nos alojamos y al lado de la playa, hay una cafetería  donde es muy agradable  sentarse a contemplar el panorama, mientras se disfruta de un buen cafelito.  Los gorriones no paran de acercarse, a ver si cae algún pedazo de croixant. 

Al lado de la cafetería, hay una heladería que sirve unos helados estupendos, en calidad y cantidad y precio. No es extraño que siempre esté llena de clientes, como vemos a continuación:





 Los veteranos del lugar van vestidos adecuadamente para degustar estos helados, o piden cincuenta servilletas de papel para no ponerse la ropa perdida. En días soleados, conviene consumirlos en bañador, para darse una ducha posteriormente. 

Me permito hacer una pequeña reflexión sobre la diversidad de playas de que disponemos en España. Por fortuna, la cosa está perfectamente diversificada, ya que si todo lo bueno estuviera en el mismo lugar, no habría manera ni siquiera de acercarse  a la orilla.

Veamos cómo estaban, por ejemplo, las playas de Benidorm y similares en las mismas fechas de mi visita a Santander: