Setenta días de acampada en Madrid por amor a One Direction
(de 20minutos)
El pasado 3 de mayo un grupo de "directioners" comenzaron a hacer cola frente al estado Vicente Calderón para estar más cerca de sus ídolos el 10 y 11 de julio. Este miércoles ya son 300 personas organizadas por un peculiar sistema de turnos que ha causado más de una pelea. Sin duchas, sin servicios y sin enchufes para los móviles y durmiendo y comiendo de forma precaria, así viven los fans de este fenómeno mundial.
Son casi todas chicas, de entre 15 y 18 años, sentadas en el suelo, durmiendo, jugando a las cartas o cantando. A la sombra y al sol, bajo la lluvia, soportando frío y calor. Así pasan las horas, los días y las noches, con un mismo sentimiento en el corazón —su amor incondicional por One Direction— y un solo pensamiento: estar lo más cerca de Harry, Louis, Liam, Niall y Zayn en los conciertos que esta boy band ofrecerán los días 10 y 11 de julio. Para estar allí han mentido a sus padres, han faltado a clase, han suspendido exámenes, se han gastado todos sus ahorros y algunas están al borde de la desnutrición, por no comer ni beber de los nervios. Unas acudieron solas pero en seguida hicieron 'piña' con otras fans a las que conocieron en las redes sociales o en la propia cola. Otras vinieron con sus amigas de toda la vida y ya no se hablan porque no les guardaron el sitio. Así son las cosas en el campamento directioner de Madrid. Un sencillo y polémico sistema de listas Los primeros plantaron su bandera el pasado 3 de mayo. Los encargados de seguridad no les permitieron quedarse pero volvieron a la carga el 9 de mayo y esta vez ya nadie les pudo levantar. Eran adolescentes que se habían conocido por las redes sociales, unidos por una misma ansiedad: ser los primeros de la fila. Así se inauguró el Grupo 1. Según iban llegando se fueron instaurando los demás: el Grupo 2, el Grupo 3... Ahora hay más veinte grupos, clasificados según el tipo de entrada (Pista A,B,C,D). Los privilegiados con entrada Rock Me tienen su propia lista porque podrán acceder media hora antes que los demás y elegir sitio; su precio en origen era de 190 euros, ahora estas entradas se cotizan a 1.000 euros.
Su sistema para guardar el turno es tan simple como conflictivo: quién esté allí más horas será el primero en entrar. Para ello, los del Grupo 1 pasan lista aleatoriamente a los demás, comprobando si están o no para contabilizar las correspondientes horas. Cada grupo establece turnos entre sus miembros, de manera que siempre haya alguien para contestar cuando pasan lista. Haciendo noche al pie del Vicente Calderón. El pasado 12 de mayo el ataque de unos presuntas ultras del atlético les obligó a interrumpir sus guardias nocturnas, pero un mes después, el 13 de junio, volvieron los sacos de dormir y las tiendas.
Melisa, de 18 años, está en el Grupo 1. Para estar allí tuvo que mentir a sus padres, les dijo que estaba en casa de un amigo. Ahora ya saben la verdad pero la perdonan. Lo que peor lleva de la acampada es el calor, comer de bocadillos todos los días y no tener cerca servicios, porque al principio los bares no les dejaban usar los suyos. También echan en falta no tener enchufes para recargar los móviles, le recuerdan sus amigas. Una de ellas, Nuria, también de 18 años, ha venido por su cuenta desde Mallorca. "Mi madre me dejó ir porque me comprende, ella fue fan de Camilo Sexto", asegura. Nuria ahorró para pagarse la entrada, el viaje y la manutención. En total lleva gastados unos 400 euros. Para ducharse utiliza la casa de un amigo "pero otra gente también te ofrece sus casas si lo necesitas".
Sin embargo no todo es amabilidad, compañerismo y buen rollo en la acampada, que este miércoles ya cuenta con unas 300 personas al pie del estadio atlético. Ha habido peleas y discusiones por los turnos. "Estas chicas se ponen como locas, son capaces de matar", asegura Carmen, una madre en paro que ha venido desde Málaga para acompañar a su hija. "Lo que mueve esto es increíble, llevan tres años soñando con esto. Ahora ya me sé el nombre de todos e incluso una canción". Carmen confiesa que se echó a llorar cuando vio a su hija a primera hora de la mañana, tumbada en el suelo y arropada por la manta entre muchas otras. "Parecía un campamento de refugiados", relata a 20minutos.
Solo haré un comentario a esta mamarrachada: compadezco a los padres que tengan hijas adolescentes en estos tiempos.
Comparto su opinión, Don Bwana. Con niñas así en casa es mejor alistarlas como voluntarias forzosas de una ONG que cuide niños en campamentos de refugiados de Etiopía.
ResponderEliminarDado que, al parecer, el objetivo de su vida ahora es poder decir "yo estuve allí", todas ellas son carne de cañón del primer charlatán de feria que les proponga instaurar el "chavismo" como solución política de Europa.
Lo más curioso de estas aficiones juveniles es que, cuanto más afeminado parezca el sujeto, o los sujetos, más atraen a estas criaturas. Una circunstancia bastante sospechosa.
EliminarYo no les compadezco Bwana. Llevo años trabajando con jóvenes y adolescentes en mi parroquia y hay muchas/muchos que no son así.
ResponderEliminarGeneralmente, los que son tan fanáticos como estos, lo son con una total connivencia de los padres y son ellos y no otros los culpables completos de que sus hijos lleven hasta estos extremos su fandependencia.
Todos hemos sido "fans" de alguien y por ejemplo recuerdo el concierto de Dire Straits en las Ventas o del Boss en el Calderón. Yo estaba allí pero dormía en mi casita y si estaba un poco más lejos del escenario pues me llevaba prismáticos y lo de conseguir entradas, en fin es otra historia demencial.
Posiblemente tenga Vd. razón y los padres hayan aflojado mucho la supervisión de sus hijos, tal vez demasiado concentrados en sus empleos simultáneos, no les queda tiempo para ocuparse de la educación de sus vástagos.
EliminarQuizás, con el paso de los años, vayan adquiriendo un poco de cordura: al menos es la esperanza que tengo.
Qué edad más gilí donde en lugar de neuronas hay hormonas...en fin, comparto de todos modos lo dicho por Chafachorras, ni siendo fan acérrima de alguien me hubiera pasado semanas a la intemperie viviendo en la incomodidad y la cutrez ni en casa me lo hubieran permitido.
ResponderEliminarPrecisamente éso es lo que me asombra: esa cutrez de permanecer tiradas en la calle, a la intemperie, como si huyeran de algún desastre bélico o un terremoto. Verdaderamente, penoso.
EliminarHace años ví una manifestación de niñas para que no se separase un giligrupo de estos. Cuando me dicen que las niñas maduran antes que los niños digo que enamorarse como un idiota de por ejemplo un cantante no es madurar antes sino tener las hormonas operativas antes. Pero bueno, que la naturaleza es sabia y hace idiotas en los dos sexos. A esta edad la estupidez es masiva.
ResponderEliminarNo sé si es el alboroto de las neuronas lo que produce estos episodios, desinterés por todo o, simplemente, vagancia. Esperemos que la naturaleza solucione estas estupideces con el simple transcurrir del tiempo.
EliminarEsto de estar setenta días calentando el asfalto con el culo no lo comprendo, y menos para ver a unos catetos que seguro pierden aceite. El mi niñez se pasaba mejor: Jugábamos a la pelota en la calle, alguno cazaba estorninos con la boina -que es difícil-, otros encendían fósforos con los dientes, y los más mayores bebían un poco de vino por la nariz.
ResponderEliminarY, no digamos cuando íbamos a casa de la abuela y nos daba una o dos pesetas, entonces lo cambiábamos en perras gordas y llevábamos el bolsillo lleno de pasta.
¡Qué se le va a hacer, don Bwana!
Otra diversión de nuestra niñez eran las "carreras" de tapas de botella por el borde de la acera, a golpe de dedo; un deporte apasionante, proclamo. Mucho mejor que las clásicas canicas.
EliminarTodo éso se ha perdido, don Rataplán y así nos va.....