NEGOCIANDO EN LA COSTA BLANCA

A principios de semana me trasladé a la costa alicantina, aprovechando en nuevo AVE que la une con Madriz. No se trataba de un viaje de vacaciones ni nada parecido sino que, finalmente y tras 6 años de agotadores esfuerzos y rebajas al PVP, había logrado rematar mi chalet a orillas del Mediterráneo. El precio de venta, prefiero cubrirlo con un tupido velo, pues los compradores, Irina y Sergei, han sabido aprovechar el chollo. .

Para celebrar el hecho de que ya no tengo que pagar los gastos de la casa (IBI, seguros, mantenimiento, etc.) y que no he sufrido la invasión de okupas, nos dirigimos, en el poderoso C3 de mi hija, a la bonita playa de Javea. Mientras élla se daba un baño (no la acompañé porque soy de los de "hasta el cuarenta de junio"......).. Según me dijo, el agua estaba muy fría, como yo suponía y, además, saladísima.

Mientras la esperaba, fui a desayunar a la pastelería vienesa de toda la vida, que se encuentra en el paseo marítimo y cuyo nombre no recuerdo, donde tienen unos pasteles y unos croisants de categoría. Jamás me pierdo una visita a este lugar sagrado cuando estoy por la zona. La amable camarera nos recomendó el restaurante La Caleta para disfrutar de buen pescado.

Allí nos dirigimos a pesar de los errores del puñetero GPS (nos dirigió al domicilio del dueño en vez de al restaurante) y pudimos disfrutar de una excelente sardinada. Recomiendo el lugar, no solo porque se come bien y está  a la orilla de la playa, sino porque se pueden admirar las maravillas del lugar y el servicio es excelente:

Volveré.