Trastornos radiofónicos

Aprovechando el receso de Semana Santa, fui a visitar a mi amigo Alonso Zafras, antiguo vecino de Monteclaro, a su residencia. Me recibió Angustias, su mujer, “Alonso no está en casa, lo hemos tenido que llevar al Psiquiátrico de Alcalá”, me dice al tiempo que nos sentamos en el salón.

-¿Cómo es posible? le pregunto, extrañado por la noticia.

-“Ya no podía aguantar más sus manías y, de acuerdo con el Dr. Ramos, lo internamos el mes pasado”, contesta, con lágrimas en los ojos.

-“Le han diagnosticado un trastorno obsesivo-compulsivo, con difícil perspectiva”, añade.

-Pero ¿ha sido de repente? Lo vi hace dos meses en Riofrío y no observé nada raro.

-“Según dice el doctor, ha sido un empacho de transmisiones deportivas, estaba mucho tiempo ante el televisor y oyendo la radio, el último gol que escuchó hace un mes lo dejó con convulsiones y tuve que llamar a urgencias”, dice Angustias, y continúa:

-“Había una serie de expresiones que no podía aguantar y cada vez que las oía le daba el ataque, se ponía tremendo conmigo, como si hubiera dicho yo esas palabras”

-¿Recuerdas alguna de esas palabras o expresiones; sé que le ponía nervioso lo de “la pole”, le digo.

-“Sí, lo de la pole es que lo trastornaba, pero tampoco aguantaba lo de “la verdad es que” tan repetida por los entrevistados. Ultimamente se quejaba de “la horquilla”, “te cuento”, “un poco”, “sí o sí", "por decirlo de alguna manera", "a lo largo y a lo ancho"; escuchar esas cosas lo sumía en una profunda depresión. Si, por casualidad, oía algo de la “calle 30”, es que se subía por las paredes”, contesta Angustias.

Bastante preocupado, me despido, prometiendo ir a visitar pronto al amigo Alonso.

De vuelta a casa he cavilado sobre el problema de mi amigo. Recuerdo que un compañero de clases siempre iniciaba su conversación con “Tengo una pregunta” y, a continuación, expresaba lo que quería saber. A veces variaba la muletilla con “Voy a haceros una pregunta” o “¿Puedo hacer una pregunta?”. Era exasperante, la verdad. Comprendo muy bien a mi amigo, sin ir más lejos, esta mañana estaba escuchando una entrevista por radio y la entrevistada repitió lo de “Por decirlo de alguna manera” diez veces, a partir del momento que empecé a contarlas. Tampoco entiendo por qué tienen que decir “la madrileñísima” calle de Alcalá; todo el mundo sabe que está en la capital de España, ¿a qué viene esa cursilería?

En períodos electorales aparecen palabrejas como “flecos”, “horquillas” (esta última se ha popularizado últimamente). Pero lo que a mí me va a llevar a hacerle compañía a Zafra son, lo que yo llamo, “comillas voladoras”, que consiste en agitar los dedos índice y medio de ambas manos, a varias alturas del cuerpo. Las usan para indicar que están diciendo algo que va entre comillas, en lugar de enfatizar la frase, como haría cualquier persona normal. Es una copia más, importada de la bendita América.

En ocasiones he escuchado un alarido terrible, que sonaba como “gooooooool” (con muchas más OES de las que he colocado. Después seguía con “golgolgol….” durante cinco minutos interminables. El espantoso chillido venía del vecino de arriba que, por lo visto, estaba escuchando una transmisión deportiva. Esta horterada también viene copiado de América, pero la del Sur.

Hay un programa-concurso en TV5, "Paso palabra", creo que se llama, protagonizado anteriormente por una señorita y ahora por un ciudadano, que presenta a unos concursantes extraordinarios, por la capacidad que tienen para entender las preguntas que les hacen a una velocidad impresionante. Soy incapaz de entender lo que dicen, pero los concusantes no sólo lo hacen, sino que saben la respuesta.

Por ejemplo, a la pregunta "¿Culselagmasimptedamicasur?"; el concursante contesta:"El lago de Maracaibo". Es asombrosa la capacidad de interpretación que tiene la gente.

Yo he dejado de ver el programa temiendo que mis facultades estén mermando demasiado.

Menos mal que, entrando en mis Blogs favoritos, me voy reconciliando con la humanidad.