martes, 9 de julio de 2013

LOS HIKIKOMORI



"Hikikomori": por qué tantos japoneses no quieren salir de sus cuartos
(de BBC Mundo)

Se estima que hasta un millón de jóvenes japoneses permanecen encerrados en sus casas, algunas veces durante décadas. ¿A qué se debe esto?

Para Hide, los problemas surgieron cuando abandonó el colegio.
"Empecé a culparme, y mis padres también me responsabilizaron por no acudir a clase. Comenzó a crecer la presión", cuenta.
"Entonces, gradualmente, comencé a tenerle miedo a salir y a temer conocer a gente. Fue entonces cuando ya no pude salir de mi casa".
Poco a poco, Hide fue renunciando a todo tipo de comunicación con sus amigos y, eventualmente, sus padres. Para evitar verlos, dormía durante el día y se sentaba toda la noche a ver la televisión.
"Tuve todo tipo de emociones negativas", explica. "El deseo de salir, la rabia hacia la sociedad y a mis padres, tristeza por estar en esta condición, temor sobre lo que podría pasar en el futuro y envidia a las personas que llevaban una vida normal".

Hide se ha vuelto un "aislado" o hikikomori.

En Japón, hikikomori es el término que también se utiliza para describir a la gente joven que se aísla. Es una palabra que todo el mundo conoce.
Tamaki Saito acababa de titularse como psiquiatra cuando, a principio de los 90, fue sorprendido por el número de padres que buscaron su ayuda porque sus hijos habían abandonado el colegio y se habían escondido durante meses, algunas veces años. Con frecuencia estos jóvenes pertenecían a familias de clase media, casi todos hombres, y la edad promedio de este retiro voluntario era de 15 años.
Esto puede sonar como pereza de adolescente. ¿Por qué no quedarte en tu cuarto mientras tus padres esperan? Pero Saito explica que los que sufren esto están paralizados por un profundo temor social.
"En sus mentes están atormentados", aclara. "Quieren salir al mundo, quieren hacer amigos y tener novias (o novios), pero no pueden".Los síntomas pueden variar. Para algunos, explosiones de violencia se alternan con comportamientos infantiles como patear a la madre. Otros pacientes pueden ser obsesivos, paranoicos y depresivos.

Cuando Saito empezó su investigación, el aislamiento social no era algo desconocido, pero era tratado por los doctores como un síntoma de otros problemas, en vez de un patrón de comportamiento que requería un tratamiento especial.
Desde que llamó la atención del fenómeno, se cree que el número de hikikomori ha aumentado. Una cifra estimada conservadora de personas afectadas sería 200.000. Pero en 2010 una encuesta del gobierno de Japón arrojó una cifra mucho más alta: 700.000.
Debido a que por definición, quienes sufren de este fenómeno se esconden, Saito considera que la cantidad de afectados es todavía mayor, cerca del millón.

El promedio de edad de hikikomori también parece haber aumentado durante las últimas dos décadas. Antes era de 21 años y ahora es de 32.
Pero, ¿por qué se aíslan?
Lo que lleva a un chico a retirarse en su cuarto puede ser comparativamente leve -por ejemplo, notas bajas o corazón roto- pero el autoaislamiento puede convertirse en una fuente de trauma. Y poderosas fuerzas sociales pueden conspirar para mantenerlo allí.
Una de esas fuerzas es sekentei, la reputación de una persona en la comunidad y la presión que él o ella siente para impresionar a otros. Mientras más tiempo pasa un hikikomori aislado de la sociedad, más consciente está de su fracaso social. Ellos pierden cualquier autoestima y confianza que hayan tenido, y la perspectiva de dejar la casa se convierte en algo aún más aterrador.

Los padres también son conscientes de su estatus social, por lo que esperan meses antes de buscar ayuda profesional.
Un segundo factor social es amae -dependencia- que caracteriza las relaciones familiares japonesas. Tradicionalmente, las mujeres jóvenes viven con sus padres hasta que se casan, mientras que en el caso de los hombres es posible que nunca se muden del hogar familiar.
Aunque cerca de la mitad de los hikikomori son violentos con sus padres, para la mayoría de las familias sería impensable echarlos de casa.

Furlong, un académico de la Universidad de Glasgow especializado en la transición de la educación al trabajo, vincula el auge del fenómeno hikikomori con la explosión de la "burbuja económica" de los años 80 y el inicio de la recesión de los 90.
Fue en este punto que se rompió la cinta trasportadora de las buenas calificaciones en los colegios que te llevaba a buenas universidades y de allí a excelentes trabajos de por vida. Una generación de japoneses se enfrentó a las inseguridades de los trabajos temporales o de media jornada.
Y se convirtió en un estigma, no una simpatía.

Una reacción común es tratar el comportamiento  recalcitrante del hijo con rabia, darles un sermón y hacerles sentir culpable de traer vergüenza a la familia. El riesgo en este caso es que -como en el caso de Hide- la comunicación con los padres se rompa definitivamente.
Pero algunos padres han sido impulsados a tomar medidas extremas.
Durante un tiempo, una empresa que operaba en Nagoya podía ser contratada por padres para irrumpir en las habitaciones de los niños, darles una gran reprimenda, y forzarlos a salir del dormitorio para que aprendan del error de sus formas. Kazuhiko Saito, director del departamento de psiquiatría del hospital de Kohnodai en Chiba, considera que intervenciones repentinas, incluso por profesionales de la salud, pueden tener un resultado desastroso.
"En muchos casos el paciente se vuelve violento hacia el personal o hacia los padres delante de los consejeros o una vez que estos se hayan ido", agrega.

Kazuhiko Saito está a favor de que profesionales de la salud visiten a un hikikomori, pero aclara que deben tener un informe completo del paciente, quien debe saber con anterioridad que va a tener la visita de un especialista.

Tengo la impresión que estos "hikikomori· no son exclusividad de Japón, aunque se les conozca como "ninis" en otros países.  He estado de visita en algunos hogares donde "el chico" o "la chica" brillaban por su ausencia, mientras los padres cambiaban de conversación si se les preguntaba por ellos. La ventaja, que la tienen, es que estas personas no acuden a los llamados "conciertos", o los consabidos "botellones".

Cada vez estoy más convencido de que la eliminación de la MILI fue un tremendo error. Es lamentable que, por hacerse los "progres" y anti-militaristas, el gobierno de Aznar metiera la pata de esa manera.  


6 comentarios:

  1. Sí, fue un inmenso error eliminar la MILI.

    En cuanto a estos HIKIKOMORIS habría que estudiar si son susceptibles de producir el virus de aislamiento perpetuo, a efectos de importarlo e inyectarselo en el guiski del Congreso a los políticos españoles. Qué paz el que los diputados españoles se sintieran aterrorizados de salir a la calle a realizar sus fechorías.

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    1. Pues a mi me da la impresión de que muchos de esos diputados ya están de Hikikomori porque no se les ve por la cámara ni en la foto. De todas maneras, si se quedaran en su habitación, como Vd. sugiere, fastidiarían mucho menos. De paso, descontarles del sueldo cada día que falten. Mejor aún, reducir su número a la mitad.

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  2. Hace muchos años vi un reportaje sobre esto mismo en algún canal de ONO y me quedé con el culo torcido, pero más alucinado me quedé viendo posibles explicaciones de por qué llegaban a esos comportamientos y salió una escuela cualquiera, niños como mi princesa de unos 6/ años, pues bien, si en un examen suspendían subían a unos cuartos a estudiar y se volvían a presentar al examen, y así tantas veces como fuesen necesarias para aprobar, y hasta que no lo conseguían no se iban a dormir.

    De todos modos gran parte de culpa la tiene los padres, hay ocasiones en que una buena hostia evita absurdeces como esa, además, es muy fácil comportarse así, me ecplico, salió un caso en el que el padre hacía cinco años que no veía a su hijo, encerrado en su habitación y al que dejaban la comida en la puerta y sólo salía cuando sus padre se dormían, eso sí, en su habitación tele por cable, internet, videojuegos, manga, etc... lo dicho, una buena mano de hostias o 3 años de mili.

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    1. Me parecen que los 3 años de mili, al menos, impedirían que el vago denunciara a su papi por malos tratos.
      Si es que debería hacerse un referendum para decidir si se restituye la antigua mili o se sigue con el sistema actual. Estoy seguro que ganaría volver al antiguo sistema, hartos como estamos de tanto botellón, tanta pintada y tanta vagancia y tanta falta de respeto a la autoridad.

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  3. Estos hikikomoris no quieren salir de sus cuartos, porque están todo el día con el Féisbuk y la Playstation. Si las familias japonesas fuesen mas drásticas, les darían unas buenas hostias y todos estos vagos estarían trabajando en la tintorería de los padres...

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    1. Observo que es Vd. partidaria del sistema tradicional. Estoy totalmente de acuerdo en que una buena hostia, propinada en el momento oportuno, es la mejor cura para vagos y maleantes.

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