miércoles, 4 de septiembre de 2013

EL PARAÍSO DE LOS CONEJOS



La isla de Okunoshima – Un paraíso para los conejos en Japón
(de oddity central)

Okunoshima es una pequeña isla sita en el Mar Interior de Japón. Lo que  la hace especial es que está plagada de conejos, un paraíso para estos mamíferos. Miles de amantes de los animales acuden a la isla para disfrutar, según dicen, de la relajación espiritual que se siente al alimentar a estos animales. Los viajes de un día o fin de semana a Okunoshima se han convertido en un popular medio de pasar el tiempo libre. 
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Okunoshima pudiera considerarse como un lugar de gran belleza natural, pero tiene un pasado oscuro y, al mismo tiempo, sucio.  A principios del siglo XX sirvió de base a la Armada Imperial nipona para la fabricación de más de 6.000 toneladas de cinco tipos de gas letal entre los años 1929 a 1945. La operación era “top secret” hasta el punto que la isla fue eliminada de los mapas y los que trabajaban allí eran obligados a jurar secreto absoluto. 

Hoy día pueden verse las ruinas de las instalaciones y se han dado diversas explicaciones para la abundancia de conejos en el lugar. Algunos dicen que se trajeron varios ejemplares durante la II Guerra Mundial para probar los efectos de los gases venenosos. Cuando la guerra terminó, los trabajadores soltaron a los conejos. Otros dicen que en 1971 un grupo de niños hicieron una excursión a la isla y dejaron 8 conejos allí. 

Posiblemente nunca sepamos la verdad de dónde salieron los primeros conejos de la isla, pero conociendo la habilidad de estos bichos para reproducirse, cualquier explicación parece aceptable.

Los cientos de conejos que habitan la isla pueden no parecer un número excesivo, pero en una isla de solo dos kilómetros y medio de circunferencia, su presencia es notable.

Estos aficionados a dar de comer a los conejitos son como los que alimentan a las ratas voladoras, aunque tienen el mérito de atreverse a visitar una isla donde el peligro de intoxicación debe estar latente. 

Debo confesar que, al leer el título del artículo, pensé que se trataba de una visita a la mansión del Hugh Hefner, el fundador de Playboy. A pesar de la desilusión, me pareció buena idea reproducirlo. 

10 comentarios:

  1. Es cierto, Don Bwana, que donde caen los conejos termina siendo un lugar exclusivo de conejos. Y además esas colonias producen todo tipo de infeccciones, y más a los niños.

    En San Sebastián tuvimos un problema similar : en mitad de la Bahía, como bien sabe usted, tenemos un islote llamado Isla de Santa Clara. Y hace unos años a alguien se le ocurrió dejar allí unos conejos. Varios años después costó casi la ayuda de la Otan para exterminarlos porque había tantos que era imposible acercarse a esa isla.

    Lo de ir a la mansión de Hugh Hefner es mejor idea aunque no creo que el mozo se halla ya para muchos trotes de sus "conejitas".

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    1. Me extraña que ninguna de esas famosas sociedades gastronómicas de la zona diera debida cuenta del material conejil, tan a mano. Según me contaba mi padre, hacían un conejo cocinado en su propio hígado y con un montón de hierbas aromáticas, que "quitaba el sentío.."
      Desgraciadamente para mi delicado estómago, aprendió la receta y también lo cocinaba en casa de vez en cuando.

      El Hugh, como dice, debe estar ya para el arrastre, aunque supongo que alguien le mantiene la revista al día.

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  2. Sería un paraíso de los cazadores malos, ya que al haber tantos a alguno siempre le dan-

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    1. Efectivamente, hasta con una piedra podrían liquidarlos.

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  3. Yo creo que los politicos deberian formar un comite, 2 subdirecciones, 15 grupos de trabajo, 3 de investigación y 120 directores generales, dedicados en exclusiva a investigar esto de los conejos. Habría que crear algún impuesto extra, pero no pasa na, un poco de IVA por aqui, algo del IRPF por allá, un impuesto medioambiental y naturalmente, algunas donaciones del erario, arreglado.

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    1. Lamentablemente para nuestros políticos, esa isla está muy lejos y, además, pertenece al Japón .De todas maneras, si alguno de la "panda" local se entera, son capaces de pedir permiso a los japoneses para iniciar esa investigación a cargo, por supuesto, del dinero de los apañoles que, como es sabido, no es de nadie.

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  4. Aceite, patatas y ajos y en un par de semanas salimos de la isla gordos pero con el problema de los conejos solucionado.

    Y por cierto, en lugar de conejo reivindicaría el nombre de patata, para lo que Vds. saben, y es que hay una peli española (ya, yo hablando bien de una peli española) Orquesta Club Virginia con un personaje que eclipsa todas y cada una de las escenas en las que sale, Quique San Francisco, y en una conversación al borde de una piscina de hotel dice que a una que pasaba por allí y "la agarró toda la patata" (todavía me estoy riendo).

    Reivindiquemos una dieta rica en carbohidratos (aunque si uno lo combina con las proteinas del conejo tenemos la dieta perfecta)...

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    1. Observo que cuando Vd. opina sobre el cine español lo hace con conocimiento de causa y no movido por la antipatía a ciertos personajes como suelo hacer yo.

      Ignoraba que el conejo y la patata fueran equivalentes, en cierto sentido. Curioso...

      Respecto a su reivindicación, hay que tener cuidado con los carbohidratos, por su tendencia a formar michelines. Con su permiso, preferiría unas chuletas de cordero en lugar de esas proteínas que sugiere. .

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  5. Leonardo da Vinci, el pintor florentino y notable polímata del Renacimiento, famoso por sus obras, "La Última Cena" y "La Gioconda", fue también el inventor del "paño de cocina" o servilleta. Dicen que antes, los ricos tenían un conejo atado a la silla y se limpiaban las manos en el lomo del conejo. Al popularizarse el uso de la servilleta, todos los conejos sobrevivientes, ya fuera de uso, fueron enviados a la isla de Okunoshima, para su libre albedrío y reproducción.

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    1. Una historia muy interesante la que cuenta. Los conejos le deben estar muy agradecidos a Don Leonardo por haberles liberado de ese desagradable trabajo con su famoso invento de la servilleta.

      Supongo que los conejos liberados los llevó Don Marco Polo en alguno de sus viajes al oriente.

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