Cecil y su hija |
(de oddity central)
Hace un par de años comentábamos el caso de Cecil Chao Sze-tsung, un adinerado comerciante de Hong Kong que ofrecía US$65 millones a cualquier hombre que conquistara a su hija Gigi Chao. En ese momento, Gigi tenía 33 años y acababa de anunciar su próximo matrimonio con Sean Eay, su compañera durante siete años.
Ha pasado el tiempo y Gigi se ha convertido en una felíz esposa, pero Cecil todavía no se resigna a aceptarlo. Ha incrementado su oferta a mil millones de dólares de Hong Kong (aproximadamente 120 millones de euros) en vista de que los miles de solteros que se apuntaron a la oferta anterior fracasaron en el intento. Cecil no reconoce el matrimonio de Gigi y la sigue considerando soltera.
Tiene que ser un amor muy profundo el que le profesa la Gigi a la Sean, cuando veinte mil fulanos no han sido capaces de llevarla por el camino de las buenas costumbres. En mis tiempos, un Porfirio Rubirosa no hubiera fallado en la conquista de Gigi y de la pasta, aunque tuviera que repartirla con la antedicha (me refiero a los dólares).
Lástima que ya no estén ni el Porfirio Rubirosa ni el infalible Marqués de Villaverde. Con el segundo, habiendo pasta de por medio, el Cecil Chao casa a la hija y a su madre a la vez, ya que el Cristobal era una pica en Flandes en temas de oportunismo mundial.
ResponderEliminarSiempre queda el recurso curativo de enviar a la Gigi a una Mari Tere (ex Vicegallina) para que abomine de las féminas.
Tiene razón, a esos playboys no se les escapaba una oportunidad como esta.
EliminarNo creo que la Gigi tuviera problemas con la MariTere; por el aspecto de su "cónyuge" no parece que le haga ascos a una escoba con faldas.
Amor verdadero.
ResponderEliminarTiene razón.
EliminarYo creo que el señor este debería de aprender de D, Vito y recurrir a que su consigliere le hiciera una proposición que no pudiera rechazar, eso sí en voz baja y con la garganta tomada que es como tienen tradición estas cosas.
ResponderEliminarEstoy de acuerdo, las cosas de la famiglia las arreglaba a plena satisfacción Don Vito, pero no creo que el Sr. Cecil se gaste una garganta de ese estilo.
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