Tras 17 años bajo tierra, las chicharras invaden el este de EE.UU.
(de BBC Mundo)
Llevan casi dos décadas esperando bajo tierra para lo
que se podría describir como su gran bacanal. Esta primavera boreal,
los insectos que surgen cada 17 años de forma masiva en Estados Unidos
tienen una cita.
Durante años viven en el subsuelo, alimentándose
de la savia de los árboles. Pero a los 17 años, cuando la temperatura
del suelo alcanza los 18 grados centígrados y en cuestión de pocos días,
toda una generación de millones de chicharras, o cigarras, sale en masa
a aparearse en un ruidoso ritual que dura de cuatro a seis semanas y
que ahora tiene en vilo al este de Estados Unidos.
Las primeras ya han empezado a surgir en Carolina del Norte y
Virginia. El símbolo de su llegada son pequeños agujeros en la tierra
por los que salen las llamadas "ninfas", que auguran la inminencia de la
invasión.
Los machos salen primero, "les gusta estar
afuera esperando para recibir a las señoritas", bromeó con BBC Mundo
Clide Sorenson, profesor de entomología de la Universidad Estatal de
Carolina del Norte.
"Una vez que emergen del suelo, cambian de piel y
adquieren la forma adulta con la que vivirán tres o cuatro semanas. En
ese tiempo, los machos vuelan haciendo sus sonidos a los que las hembras
responden. Cuando se aparean, la hembra deja los huevos y muere y el
macho trata de repetir la operación tantas veces como puede", explica
por su parte John Cooley, de la Universidad de Connecticut.
La última vez que hubo una aparición masiva de chicharras fue en 1996,
cuando Bill Clinton era presidente y el país se preparaba para acoger
los Juegos Olímpicos de Atlanta. Quienes fueron testigos recuerdan un
ruido constante durante semanas.
Cuando empieza la llamada del apareamiento, el ruido puede ser muy
intenso, puede realmente afectar a cualquier actividad que quieras hacer
al aire libre", comenta Sorenson.
Según el entomólogo, cada una de las tres especies distintas de las
chicharras que aparecen periódicamente cada 17 años y que emergen
prácticamente a la vez, tiene una llamada distinta, "reconocible si
prestas atención".
Algunas suenan como si repitieran "fero, fero, fero", con un zumbido agudo, describió el experto.
Una vez que las hembras completan la maduración de sus órganos sexuales empieza una fiesta con final trágico. "Algo comen, pero el objetivo principal es aparearse", explicó Sorenson.
Los machos se aparean con tantas hembras como puedan y las hembras ponen de 500 a 600 huevos. "Y después todos mueren", añadió.
"Pasan 17 años a oscuras bajo la tierra y aproximadamente un mes a la luz del día antes de morir".
"Una mañana te levantas y ves cientos de miles de esqueletos cubriéndolo todo", cuenta Sorenson, que vivió la invasión de chicharras dos generaciones atrás, en 1979.
El profesor de Carolina del Norte describe a estos insectos verdes de ojos rojos saltones como "pequeños monstruos en miniatura que van trepando por los árboles".
Pero pese a que su apariencia puede parecer desagradable, no hay que preocuparse, asegura John Cooley: "No muerden, ni pican, no pueden hacer nada dañino para el hombre. Lo peor que se puede decir de ellas es que si tienes árboles frutales u ornamentales, los pueden dañar cuando las hembras ponen los huevos. Más allá de eso, son inofensivas".
De hecho, la invasión de chicharras también tiene su vertiente positiva. Por ejemplo, los esqueletos de estos insectos sirven de abono para árboles y de comida para otros animales.
Por eso, el experto de la Universidad de Connecticut recomienda "que la gente se siente y disfrute del espectáculo".
Hay incluso quien le va a sacar provecho a la invasión más allá del espectáculo visual. En internet proliferan las sugerencias de recetas de chicharra y algunos chefs y restaurantes están promocionando en sus menús platos hechos a base de este insecto.
Y si bien es cierto que en los últimos tiempos se ha puesto de moda promocionar el valor nutritivo de los insectos, no serán los primeros en comerlas.
En el pasado, se comían chicharras y, según la tradición oral de la comunidad indígena Onondaga, que actualmente vive en una reserva en Siracusa (Nueva York), la tribu se salvó de una hambruna gracias a este insecto.
Algunas suenan como si repitieran "fero, fero, fero", con un zumbido agudo, describió el experto.
Una vez que las hembras completan la maduración de sus órganos sexuales empieza una fiesta con final trágico. "Algo comen, pero el objetivo principal es aparearse", explicó Sorenson.
Los machos se aparean con tantas hembras como puedan y las hembras ponen de 500 a 600 huevos. "Y después todos mueren", añadió.
"Pasan 17 años a oscuras bajo la tierra y aproximadamente un mes a la luz del día antes de morir".
"Una mañana te levantas y ves cientos de miles de esqueletos cubriéndolo todo", cuenta Sorenson, que vivió la invasión de chicharras dos generaciones atrás, en 1979.
El profesor de Carolina del Norte describe a estos insectos verdes de ojos rojos saltones como "pequeños monstruos en miniatura que van trepando por los árboles".
Pero pese a que su apariencia puede parecer desagradable, no hay que preocuparse, asegura John Cooley: "No muerden, ni pican, no pueden hacer nada dañino para el hombre. Lo peor que se puede decir de ellas es que si tienes árboles frutales u ornamentales, los pueden dañar cuando las hembras ponen los huevos. Más allá de eso, son inofensivas".
De hecho, la invasión de chicharras también tiene su vertiente positiva. Por ejemplo, los esqueletos de estos insectos sirven de abono para árboles y de comida para otros animales.
Por eso, el experto de la Universidad de Connecticut recomienda "que la gente se siente y disfrute del espectáculo".
Hay incluso quien le va a sacar provecho a la invasión más allá del espectáculo visual. En internet proliferan las sugerencias de recetas de chicharra y algunos chefs y restaurantes están promocionando en sus menús platos hechos a base de este insecto.
Y si bien es cierto que en los últimos tiempos se ha puesto de moda promocionar el valor nutritivo de los insectos, no serán los primeros en comerlas.
En el pasado, se comían chicharras y, según la tradición oral de la comunidad indígena Onondaga, que actualmente vive en una reserva en Siracusa (Nueva York), la tribu se salvó de una hambruna gracias a este insecto.
Por su parte, los científicos esperan a las
chicharras para tratar de resolver algunas de las incógnitas que siguen
rodeando a este insecto que surge de forma periódica cada 17 años.
"Es todavía uno de esos fantásticos misterios de la ciencia", afirma Sorenson.
Cooley apunta por su parte que todas las
explicaciones que hay hasta ahora sobre el fenómeno "no son
completamente satisfactorias". La
mayoría de las hipótesis hacen referencia a que el surgimiento masivo
periódico podría ser una técnica para evitar a sus depredadores o podría
deberse a los ciclos glaciales (de radiación solar).
El problema, matiza el experto de la Universidad
de Connecticut, es que "todas las chicharras -de las cerca de 6.000
especies que hay en el mundo- tienen depredadores y muchas chicharras
experimentan ciclos glaciales", pero sólo siete de ellas aparecen de
forma periódica cada 17 o 13 años.
Pero, según apunta, la especie que llega ahora, de la generación II, podría dar nuevas pistas.
"Lo interesante es que está en contacto con
otras generaciones. Es como si fueran piezas de rompecabezas que están
todas juntas y esta es la pieza clave. Así que queremos conocer más
sobre la generación II", afirma Cooley quien dice estar listo con su
GPS, su cuaderno de campo y su auto para tratar de definir los límites
de esta camada.
Para ello, tendrá aproximadamente el mes que estarán en la superficie.
Pero la historia no acaba aquí. En su ritual
cíclico las chicharras dejan sus huevos en la tierra donde sus crías
permanecerán otros 17 años antes de convocarnos al nuevo capítulo de
este fenómeno natural.
La cita será de nuevo en el noreste de EE.UU. en la primavera de 2030.
Tienen suerte en los USA de que solo les den el coñazo cada 17 años; he vivido tres años seguidos en Málaga y estos bichos daban sus conciertos todos los días en cuanto se ponía el sol y sin fallar a la cita todos los años. Me sospecho que esos expertos están pensando en obtener alguna nueva viagra del animalico en vista de la potencia que demuestran.
Respecto a meterse en el estómago al animal, ya hemos tratado aquí sobre el particular y no parece que haya muchos aficionados entre los lectores.
Es lo que tienen los bichos : nos despistan y desorientan. Nos creemos muy seguros con nuestros conocimientos una vez que alguien descubrió que la Tierra gira alrededor del Sol, y ya ve, Don Bwana, hay unos bichejos que de vez en cuando nos dejan algo cabreados. Por no saber porqué puñetas hacen ruído.
ResponderEliminarAlgo parecido nos sucede con Montoro y colegas : se dedican durante décadas a quitarnos todo lo que pueden y al final salen cantando con eso de que estamos arruinados.
Al menos para casos de hambrunas a lo coreano norteño, tenemos chefs muy preparados para salvarnos con platos tipo "Aleteo cigarrero con salsa a la Luna de Moreiras".
Lo de que estamos arruinados no hace falta que nos lo canten porque ya lo sabemos de memoria. La cara de satisfacción del Montoro reluce más estos días en que nos tiene a todos acongojados por la próxima confesión. Ya veremos que truco han preparado para no devolver lo que nos han ido quitando de más durante el año fiscal.
EliminarEl plato ese de fusión que sugiere no tiene mala pinta.
¡Pobres chicharras! Tienen que esperar 17 años para aparearse. Con razón hacen tanto escándalo en esas cuatro semanas.
ResponderEliminarEs comprensible... Y además, ¿hay humanos que esperan que salgan a la superficie para comérselas?... ¿Cual es el límite de la insensibilidad y voracidad humana?...
El fin de los tiempos se acerca...
Miedo me da solo pensar lo que será ese estruendo de la pradera si aquí, con un año de abstención, arman semejante escándalo.
EliminarNo me parece mal que algunos desaprensivos se las coman. Más feas son las cigalas y están deliciosas. Por otro lado no creo que el calentamiento global se acelere si desaparecen algunos bichos.
Me alegra haber leído esta entrada porque el sábado pasado, quitando hierbas malas, me encontré un bicho que estaba en letargo y que después de ver las fotografías (¡las fotografías!) que aporta, aseguraría que era una pupa/larva/cría de cigarra y no un extraterrestre como supuse. En cualquier caso, la dejé donde estaba, moviendo un poco las patitas (ya sabe que servidora no mata bichos) así que con un poco de suerte la oiré cantar este verano. Es un pedazo de bicho y tiene pinta de tener tanta proteína como un langostino grande.
ResponderEliminarEs Vd. un pedazo de pan si no mata a los bichos: yo, por el contrario, soy un fan del DDT.
EliminarLa proteína que puedan tener esos animalejos me parece muy bien para salvar algunas tribus africanas que no tienen otra cosa a mano, pero servidor prefiere el langostino por la tersura de su carne y su sabor a profundidades marinas.
Le comento... voy con prisas, no he leido el post y pensé que ojeando los comentarios sabría de qué iba, pero no, no me se entra en la cabeza.
ResponderEliminarEso sí, más asco que un sociata me da un puto bicho ¡asco coño! y salen con la caló como los de los polos con el cuello levantao y las chanclas, dosis industriales de RAID, a los de las chanclas y a los bichos.
No me extraña que solo le haya echado un vistazo a la entrada; ya advertía que era un poco largo.
EliminarSe le han olvidado, supongo que por su utilización en todas las estaciones del año, los calcetines blancos cuyo uso, fuera de Wimbledon, debería estar sancionado con raid.
es increible lo que la naturaleza nos puede impresionar.. yo soy una estudiante en Arrgentina y eh visto estas chicharras.. sin duda nos prepararemos para su ritual de apareamiento. cosa que podria servir para los ingresantes de Biologia.
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