EL CASO DE REMIGIO
Remigio G. vive con su mujer en
la calla Lagasca, en pleno barrio de Salamanca
en Madrid.
Gana un pastón como corredor de
bolsa que le permite tener un piso con tres dormitorios y dos cuartos de baño.
En enero de 2009 recibió la
visita de sus suegros y la cuñada. Venían a Madrid para ir al neurólogo que
está tratando a la hija. Pasaron dos semanas en el piso. Repitieron la visita y
la estancia en abril y junio.
En marzo llegaron los tíos de
Remigio y sus tres hijos. Pasaron diez días en el piso y los pequeños
destrozaron la colección de elefantes de cristal que tenía Julia, la mujer de
Remigio. Volvieron en septiembre y estuvieron dos semanas. En esta ocasión los
niños no rompieron más que una lamparita de cuarzo y un juego de café que
tenían en gran estima..
Julia y Remigio se divorciaron en
noviembre de 2009 alegando incompatibilidad de caracteres. Siguen siendo
amigos, así como las familias.
Remigio ha resuelto vender su
bonito piso de Lagasca y mudarse a Pozuelo de Alarcón. Piensa que la nueva
ubicación, al no estar en el cogollo de la capital, será menos golosa para
la familia. Además su nuevo piso sólo tiene dos dormitorios y un único baño.
En abril de 2010, John Z., su
mujer y sus dos hijos visitaron a Remigio, pasándose quince días en el piso.
John Z. es un antiguo compañero de la empresa ITT donde trabajó Remigio y su
viaje a Madrid lo hizo para aprovechar unos días de vacaciones. Desconocía la
distancia a la capital, pero Remigio le ha prestado el coche para sus excursiones.
El primer fin de semana los llevó a Toledo.
Por su parte, Julia vive con una
amiga en el barrio del Pilar, en un piso de 55 m2 .
Ya ha recibido la visita de sus
padres y hermana en dos ocasiones. La primera vez les advirtió que el piso era
muy pequeño, que quedaba muy lejos del centro y sólo tenía dos habitaciones, una de éllas ocupada por su amiga. La
contestación de su madre fue:”No te preocupes, nosotros nos arreglaremos en el
salón y tu hermana puede dormir contigo”..
Como consecuencia de estas
visitas, la amiga de Julia se mudó y ahora ésta ha de apechugar con el alquiler
entero del piso.
Tengo un gran aprecio por
Remigio, trabajamos juntos en ITT y me preocupa verlo tan angustiado pensando en los
próximos huéspedes que va a sufrir. Me ha pedido consejo y se lo he dado:
“Vivir en la capital o en sus
alrededores tiene esa carga, difícil de solucionar. La única posibilidad es
mudarse a provincias, cambiar de número de móvil y no comunicar a nadie tu
nuevo destino”. “Un aeropuerto cercano o una estación del AVE puede llevarte a
la Bolsa rápidamente e Internet te mantendrá conectado con tus clientes.”.
Según parece, Remigio se tomó mis consejos a lo grande y ha desaparecido de la Península. La única noticia que tengo de él ha sido una tarjeta postal hace dos años, franqueada en Australia, en la que agradece mis consejos y dice que vive a lo grande y que, por lo que más quiera, no divulgue su nuevo domicilio. (Esta petición me permito extenderla a los amables visitantes de este Blog)
Probes Remigio y Julia : sufriendo okupas por no darles la cara a tiempo con el clásico "a mi casa no vengaís". Dificil de decirlo pero mucho más practico aunque se trate de la propia familia.
ResponderEliminarDado que esos familiares carecen de "sutilidad" precisan de una fuerte dosis de vulgaridad en forma de palabras. Y aquí es conveniente recordar a los millones de lectores, de vos que tengan presente que no es lo mismo "familia" que "familiares". Existe una gran diferencia entre ambos.
Muy práctico lo de "no vengáis" , pero no todos tenemos el valor de decirlo. Yo pensaba que, al viajar al sitio donde hay familiares y hospedarse en un hotel, rehusando amablemente la invitación a compartir la casa, era una buena fórmula para que enrendieran la indirecta, pero no me ha dado resultado.
EliminarEstoy de acuerdo en que "familiares" no son "la famiglia".
Esa es la expresión de lo que yo llamaría pesadilla. Por si acaso ya me parapeto detrás de "Qué piso tan pequeño el mío", "apenas me da para comprar yogurt" y repelentes similares. Ah, y no invito ni por quedar bien.
ResponderEliminarEl truco del piso pequeño a mi no me ha dado resultado. Ni siquiera el de un solo dormitorio.Siempre hay quien se arregla con el sofá-
EliminarLa peor pesadilla es tener un chalet amplio, con cuatro o cinco dormitorios y tres o más baños: puede apostarse doble contra sencillo que la casa estará permanentemente ocupada por familiares, e incluso amigos.
Esta historia me recuerda a la película de finales de los ochenta "Qué suerte, llegaron los parientes" protagonizada por John Larroquete y Kristy Alley.
ResponderEliminarY es que ser hospitalario puede llegar a ser una auténtica pesadilla.
Saludos.
Una pesadilla, es cierto. Tampoco ser hospitalario exime de críticas por parte de los visitantes: ¡qué rácanos con el desayuno, solo un croisant por barba!, quejas por la calidad del papel para el cutis en el baño, etc.etc.. Definitivamente es mejor negarse de plano a la visita y recibir la crítica antes de empezar a sufrir.
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