Continuamos con nuestro relato del viaje a Portugal.
Los alrededores de Cascais son preciosos y de conformidad a los altos registros del hotel donde me hospedé. Hacía 40 sños que no visitaba este país y me alegra confirmar que sus gentes siguen siendo tan amables y educadas como antaño.
De lo que no me había percatado, seguramente porque mis asociados me llevaban a todas partes en coche y, en esta ocasión, he dado mis buenos paseos por las calles de Cascais y Lisboa, es el curioso empedrado que adorna todas las aceras y algunas calles de esas ciudades. Veamos una muestra a continuación:
Recomiendo a las personas que viajen a nuestro vecino país que, tal como ha hecho un servidor, se agencien unas buenas zapatillas. Pisar ese pavimento a menudo puede resultar una tortura para personal con pies delicados; resulta parecido a lo que se capta cuando se camina encima de esos puntos que colocan en nuestras aceras para guía de personas ciegas.
Aunque los portuguesas siempre han estado orgullosos de la calidad artística del trabajo de los artesanos que construyen estos empedrados, parece que hay un nuevo movimiento femenino en contra, debido a los problemas que causan en sus afilados tacones.
No me resisto a la tentación de publicar la foto de este curioso "carrito de los helados", localizado en la villa de Cascais:
Para despedirme de este país, me pareció oportuno darme un homenaje en Gambrinus, uno de los mejores restaurantes que conozco(*), aunque temía hubiera desaparecido después de tantos años.
¡Albricias! Sigue tan campante en pleno barrio del Rossío y he vuelto a comer los exquisitos LAGOSTINOS, como llaman aquí a nuestras cigalas.
Compruebo que siguen teniendo la delicadeza de servirlos debidamente pelados y acompañados de una deliciosa salsa. A tono con la calidad de este lugar, hay que estar preparado para la "dolorosa", aunque vale la pena por el placer conseguido.
Regresé a Madrí sometido nuevamente a la tortura de la coctelera de Renfe y preparado para disfrutar de los calores que persisten en la capital.
(*) Otros templos donde he comido como D.: "Casa Pocho" en Vinaroz; "Casa José, en Málaga; "Duran", en Figueres; "La Trainera", Madrid. Espero que continúen en la brecha.
No me resisto a la tentación de publicar la foto de este curioso "carrito de los helados", localizado en la villa de Cascais:
Para despedirme de este país, me pareció oportuno darme un homenaje en Gambrinus, uno de los mejores restaurantes que conozco(*), aunque temía hubiera desaparecido después de tantos años.
¡Albricias! Sigue tan campante en pleno barrio del Rossío y he vuelto a comer los exquisitos LAGOSTINOS, como llaman aquí a nuestras cigalas.
Compruebo que siguen teniendo la delicadeza de servirlos debidamente pelados y acompañados de una deliciosa salsa. A tono con la calidad de este lugar, hay que estar preparado para la "dolorosa", aunque vale la pena por el placer conseguido.
Regresé a Madrí sometido nuevamente a la tortura de la coctelera de Renfe y preparado para disfrutar de los calores que persisten en la capital.
(*) Otros templos donde he comido como D.: "Casa Pocho" en Vinaroz; "Casa José, en Málaga; "Duran", en Figueres; "La Trainera", Madrid. Espero que continúen en la brecha.
Es uno de mis viajes futuribles. Portugal me interesa por cercanía, belleza y hasta precios. aunque e voy a dejar un buen dinero en calzado. Esos empedrados...
ResponderEliminarCon unas buenas zapatillas se soluciona el asunto. También es buena idea una bicicleta.
EliminarUn saludo