Se le incendian los pantalones a abogado que defendía a un pirómano en corte de Miami
(de El Nuvo Herald)
Un abogado defensor de Miami se encontró el miércoles por la tarde en un serio aprieto, cuando los pantalones se le incendiaron justo en el momento que presentaba sus argumentos finales ante un jurado. Curiosamente se trataba de un caso donde se discutía si un fuego fue o no intencional.
Cuando el abogado Stephen Gutiérrez le decía al jurado que el automóvil de su cliente había quedado envuelto en llamas de forma accidental y no intencional, del bolsillo derecho de su pantalón comenzó a salir humo, según le dijeron varios testigos al Miami Herald.
Hay que tener cuidado cuando se trata con presuntos pirómanos porque, a menudo, puede quedar la persona contagiada por algún tipo de ignición, como parece haber sucedido en el caso que nos ocupa.
Ya es mala suerte la de un Letrado que defendiendo a un pirómano se le incendien los pantalones. Imagino que el Jurado o el Ropón de turno no pudieron reprimir un conato de risa.
ResponderEliminarTal como lo demuestra, Don Bwana, hay muchas más cosas contagiosas que las que sospechamos y entre ellas ahora descubrimos que además de la tontera también la afición al fuego puede implicarle al menos pensado que se halle cerca.
Don Javier: el fuego es una de las cosas más extraordinarias de la vida. Cualquiera que haya pretendido hacer una barbacoa, o tratado de encender la leña en la chimenea, sabrá lo complicado que resulta mantener y avivar la llama. Sin embargo, basta vaciar un inofensivo cenicero en la papelera para que, de repente, surja una llamarada que, a falta de un extintor de incendios a mano, obliga a vaciar una jarra de agua encima del incendio, con el consiguiente estropicio en los aledaños.
EliminarEs incomprensible, al menos para un servidor.
Vaya vaya, así que el fuego es contagioso... Pues habrá que buscar una vacuna pronto.
ResponderEliminarSaludos.
Ya lo creo que sí; basta echar un vistazo para comprobar el número de fumadores que nos rodean. Se trata de presuntos pirómanos cuyo vicio no es el tabaco, como se supone, sino el fuego. Los fumadores en pipa, entre los que me encuentro, siempre tenemos varios mecheros a mano, por si se apaga la llama.
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